Por Teresa Mlawer
La formación de un futuro lector comienza en casa. Los primeros contactos con los versos de las nanas infantiles, con los cuentos, transcurren a través de la forma oral. Pero también los libros para niños que aún no saben leer son esenciales para la formación del lector que ellos serán en pocos años.
Como es conocido por todos, la evolución y el desarrollo de los pequeños transcurren con mucha rapidez en sus primeros años de vida. Los libros, con su combinación de palabras e imágenes, les muestran una imagen más comprensible del mundo que los rodea. La experiencia nos ha demostrado que utilizando un vocabulario limitado y sencillo, apoyado por ricas ilustraciones, se puede lograr escribir obras realmente de calidad para los niños. Por eso, cada vez son más los autores consagrados a la literatura infantil; dentro de este género, por supuesto, la poesía no podía faltar.
Todos los que hemos utilizado la poesía con los niños sabemos que es un género que les agrada mucho, principalmente por la musicalidad de las palabras.
Sergio Andricaín, autor de Arco iris de poesía, nos dice que la poesía nos ayuda a descubrir muchas cosas asombrosas que nos rodean y que, en ocasiones, ni nos damos cuenta de que están ahí. La poesía, continúa Sergio, es como una lupa que nos vuelve visible lo invisible y nos permite ver lo cotidiano de otra manera. La poesía es una invitación a puertas abiertas, a observar, pensar, soñar y reír.
Los poetas saben cómo contar historias divertidas o tristes sin necesidad de largos párrafos. También tienen el don de hacer música con las palabras: incluso los niños muy pequeños (de, digamos, entre uno y dos años) reaccionan prestando inmediata atención a la lectura de poemas de versos cortos y rimas claras.
Resulta muy gratificante ver cómo atienden, cómo se ríen (si quien lee exagera un poco la entonación y el gesto, el éxito está asegurado) y cómo disfrutan abiertamente del texto poético, ese género que los adultos vemos en ocasiones tan lejano y al que nos cuesta trabajo acercarnos. Y, sin embargo, la poesía tiene la virtud de transformarnos en seres humanos más sensibles, observadores e imaginativos, además de hacernos pasar -como, repito, les sucede a los niños- ratos de lo más agradables.
Pocos géneros literarios además logran amar tan apasionadamente la lengua, propia o adoptada, como la poesía: la palabra poética conmueve no sólo estética o emocionalmente, sino lingüísticamente. Aficionar a alguien a la poesía es aficionarlo para siempre a la palabra, a la lectura.